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El dolor físico tiene una raíz emocional

Si bien es cierto que el dolor puede deberse a causas físicas como una lesión o una mala postura, muchas veces tiene una raíz emocional. Es decir, muchos dolores son somatizaciones de emociones no expresadas, o que no hemos logrado gestionar apropiadamente.

Esto es algo que todos hemos podido comprobar o experimentar. Por ejemplo, cuando tras una situación tensa o disgusto experimentamos una molestia estomacal o un dolor de cabeza, o cuando nos agobia una preocupación, y se pone de manifiesto el dolor de cuello y/o espalda.

Aunque se descartó por mucho tiempo, la fuerte correlación entre el dolor físico y el factor emocional ha cobrado cada vez mayor importancia en la psicología y la medicina durante los últimos años.

Pues entre otros hallazgos, se ha observado una gran incidencia de dolores de cabeza y musculares en personas con depresión. Mientras que la investigación neurobiológica ha determinado que una proporción de dolor físico se relaciona con el estrés emocional.

El Dr. Afton Hasset, del Centro de Investigación sobre la fatiga y el dolor crónico de la Universidad de Michigan, Estados Unidos, señala que las personas más irritables, o que tienden a ocultar sus emociones, son más sensibles al dolor.

Emociones negativas intensas como la tristeza y la ira, tienen un amplio espectro de síntomas físicos, siendo uno de los más comunes el dolor de espalda, pero también pueden hacernos más propensos a los dolores de estómago, articulares y migrañas.

Un estudio publicado en Psychological Science, por las investigadoras Adrienne Carter-Sowell y Zhanheng Chen, señala que no somos buenos gestores de las emociones negativas. Por lo que si las ocultamos durante mucho tiempo terminan causando un impacto negativo a nivel físico.

Muchos dolores crónicos se originan por emociones negativas no gestionadas | Pexels

Identificar la raíz emocional del dolor puede ayudarnos a sanar

El sufrimiento emocional puede durar mucho tiempo, incluso años, además tendemos a revivirlo mediante recuerdos y pensamientos negativos, con lo cual reactivamos el dolor emocional una y otra vez.

De allí la importancia de sanar las heridas emocionales. A fin de evitar que estas continúen haciendo daño, y terminen por convertirse en dolencias físicas que afecten nuestro bienestar y calidad de vida.

Cuando el dolor, especialmente el crónico, no parece deberse a una causa orgánica específica, y los tratamientos médicos convencionales no ofrecen una mejoría duradera, identificar la raíz emocional puede ser la respuesta para sanar.

Detectar cual es la emoción que origina nuestro dolor, expresarla y gestionarla, reflexionando sobre la forma en la que nos afecta y cómo podríamos sentirnos mejor al respecto, puede provocar un cambio radical en nuestra actitud y nuestra manera de enfrentar el dolor.

Es por ello que muchas personas con dolor crónico solo pudieron encontrar mejoría duradera cuando sus tratamientos médicos se complementaron con la terapia emocional. Demostrando los beneficios de abordar el dolor desde una perspectiva integral.

Si sientes que tus dolores podrían estar relacionadas con una mal gestión de tus emociones, tal vez sea el momento de buscar ayuda. Considera visitar a un terapeuta o especialista de la salud mental, para que te ayude a evaluar el posible origen emocional de tu malestar.

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