Mucho se ha dicho sobre que la niñez es una etapa crucial de nuestra vida. Dependiendo de lo que en esta nos suceda y como se nos trate, se forjará parte importante de nuestra personalidad adulta. En ocasiones quedamos marcados y luego hay que trabajar en sanar al niño interior.
Es una etapa en la que todos somos sensibles y vulnerables, pues necesitamos de la guía u orientación de alguien adulto. Una persona que nos “enseñe a vivir” en un mundo cargado de convencionalismos sociales. Los cuales cabe destacar que, para un ser que está comenzando, pueden no ser muy fáciles de entender.
Ahora bien, no todos los padres, cuidadores o personas adultas a cargo de un infante comprenden a cabalidad el daño o beneficio que pueden hacerle a un niño. Tanto con sus enseñanzas y acciones como con sus palabras. Debido a ello, muchos de los infantes son marcados por muchos años, con esas heridas de la infancia que nos persiguen durante la vida adulta. Y que, hasta no tomar conciencia de ellas, no podemos sanar.
Las heridas de la infancia
Guía para Sanar definitivamente las heridas de la infancia
Regístrese a continuación para descargar la Guía completamente gratis:
Actualmente, hay una mayor conciencia sobre el hecho de que los niños deben ser tratados con amor y respeto en un tipo de crianza afectiva. Una que tome en cuenta sus necesidades por lo que, se puede evitar a tiempo ser marcados por traumas de la infancia. Y luego puedan entonces ser adultos sanos.
Pero como esto es algo relativamente reciente, una especie de movimiento parental que está transformando la sociedad de hoy, muchos de esos padres que han decidido cambiar su manera de crianza, han tenido que sanar sus propias heridas de la infancia. Para ello, lo primero es identificarlas. Veamos:
¿Cuáles son las heridas de la infancia?
Probablemente has escuchado antes que las 5 heridas emocionales de la infancia son;
- El abandono
- El rechazo
- La humillación
- La traición
- La injusticia
Estos 5 tipos de heridas que podemos padecer en la infancia, hacen que nuestras emociones sean mal dirigidas. Y con el pasar del tiempo, tenemos pensamientos y sentimientos cada vez más paralizantes o dañinos, afectando nuestra relación con el entorno.
De allí la importancia de que lleguemos a la raíz de cada una de estas heridas, porque identificando lo que las provocó podemos trabajar en sanarlas, a fin de poder mantener relaciones afectivas equilibradas.
¿Cómo reconocer tus heridas de la infancia?
Bueno, ese niño que se ha quedado anclado con las heridas que le propinaron sus adultos debe sanar para que consiga sentirse bien a plenitud, ahora de adulto. Pero ¿Cómo sanar tu niño interior?
Antes que nada, identifica cuáles heridas debes sanar, esto puedes deducirlo de tu comportamiento, con la guía de un profesional en el área, como un coach de vida por ejemplo, podrás darte cuenta de que ciertas actitudes o patrones de comportamiento, son en realidad producto de una herida emocional que no ha sanado.
Así por ejemplo, la herida del abandono se traduce en un excesivo apego afectivo que lleva a la persona a tolerar relaciones dañinas. Pues su temor a la soledad es tal que, prefiere estar mal acompañado que ser abandonado, así que tolera todo con tal de que permanezcan junto a ella.
En el caso de la herida del rechazo, un individuo buscará constantemente aprobación de otros, pues crecerá despreciándose incluso así mismo. Por su parte, alguien con la herida de la humillación será un adulto que rápidamente minimice sus necesidades o intereses con tal de complacer a otros.
En cuanto a la herida de la traición, se ve reflejada en adultos muy desconfiados que siempre buscan de manera agotadora, controlar todas las situaciones de su entorno. Finalmente, con la herida de la injusticia, el adulto será rígido, intolerante de ideas u opiniones diferentes a las suyas pero con un sentido de ineficiencia o inutilidad.
¿Cómo sanar las heridas de la infancia y sanar tu niño interior?
Ahora que las has identificado, ¿Cómo sanar esas heridas de tu niñez que siguen allí?
Debes enfocarte en ello con total convicción de que puedes sanar todo aquello que te hace daño. Por lo que, deberás trabajar activamente en el manejo de tus emociones para aprender a dominarlas y a encausarlas de la mejor forma. La idea es que perdones, a ti y a quienes sientes que te lastimaron pero que cambies tu perspectiva para lograrlo.
Es decir, tómate el tiempo de mirar atrás y ver qué te lastimó pero aprendiendo a soltar todo eso que te hizo daño, y desde el amor, la aceptación y la acción, escogerás no ser víctima ni juez, sino una persona que ha aprendido y que a partir de ahora, trabajará en su desarrollo personal para potenciar sus habilidades y capacidades hasta sacarles el máximo provecho, en pro de su bienestar emocional.
Sanando las heridas de la infancia, podrás ser un adulto feliz, pues todos los aspectos de tu vida se beneficiarán. Podrás controlar emociones como la ira, los celos, la envidia, entre otras, para transformarte en un adulto que pueda gestionarlas de la mejor manera, mejorando así las relaciones con los demás y su estima propia.
Para este proceso puedes recibir la orientación necesaria de un coach de vida que pueda irte guiando en el camino. Pero recuerda que el primer paso es que tomes conciencia de esto y quieras tomar acción para transformarte.